Escrito por Sandra Ley.
En la última década, miles de mexicanos han salido a las calles a demandar el fin de la violencia en el país; a través de marchas, bloqueos, ayunos y otras formas de protesta se han denunciado casos de victimización, exhibido la violencia criminal y también demandado paz y justicia. Estas acciones no están exentas de riesgo, en algunos casos, sus participantes han sido amenazados o incluso han perdido la vida. Al mismo tiempo, dado que la violencia criminal es en parte el resultado de la colusión entre grupos criminales y los agentes del estado (Snyder y Durán-Martínez, 2009), las autoridades no siempre tienen los incentivos para resolver los casos y administrar justicia de forma efectiva. Ante esta situación, es vital preguntarnos cuándo y por qué los ciudadanos tienen la capacidad de actuar colectivamente para demandar paz y justicia y superar los riesgos que la protesta en contextos de violencia criminal implica.
Esta pregunta es relevante en dos sentidos, por un lado, es necesario entender mejor los esfuerzos de movilización social frente a un contexto doblemente amenazante: la acción colectiva en medio de la violencia criminal no sólo enfrenta la amenaza del crimen organizado, sino también de los agentes del estado que cooperan con estos grupos criminales y cuya colusión frecuentemente queda al descubierto mediante estos esfuerzos de denuncia y exigencia ciudadana. Por el otro, es precisamente esta alarmante realidad la que hace más urgente el fortalecimiento de la sociedad civil. Es vital descifrar los mecanismos que hacen posible la participación ciudadana y la contraloría social (Peruzzoti y Smulovitz, 2000) a pesar de la violencia creciente.
Con este propósito, a continuación ofrezco una breve descripción de la protesta social en contra de la inseguridad en México; posteriormente reviso de manera breve la literatura prevaleciente sobre violencia y participación; enseguida, argumento que la interacción dentro de las redes sociales tradicionales –entendidas como la socialización que ocurre en grupos for-males (ONGs, iglesias, sindicatos) e informales (familiares y amigos)– ha sido fundamental para la protesta social contra la violencia e inseguridad en México. Es a través de la interacción social que ha sido posible encontrar puntos de encuentro entre víctimas y no-víctimas, así como atemperar los riesgos que la protesta en contra del crimen y la inseguridad ha enfrentado en años recientes.
Lee el artículo completo en la Revista Resiliencia #2, página 28 a 35: