Escrito por Carlos Cruz y Fernanda Peñaloza.
El homicidio y la desaparición en México tienen rostro de jóvenes, ya que es el Estado mexicano a través del proceso de criminalización el que ha desarrollado los anticuerpos necesarios para que la sociedad en su conjunto vea la peligrosidad de las personas jóvenes, negando la posibilidad del desarrollo integral y colocando en un estado de riesgo psicofísico a las juventudes.
A diez años de guerra contra la delincuencia organizada hemos constatado que el verdadero resultado es: que el proceso de desarrollo de las personas jóvenes en algunas regiones está roto; que sus sueños están rotos también en sus comunidades y regiones a lo largo y ancho del país, en donde las personas jóvenes no han encontrado formas efectivas de protección, participación y desarrollo.
Este acumulado de situaciones, nos permite ver la problemática sistémica que enfrentan las y los jóvenes en México. En muchos de los casos el homicidio juvenil es producto de factores como: la deserción educativa, la violencia en el hogar, la permisibilidad en el tráfico de armas, la corrupción y la impunidad. Es el homicidio juvenil, aquel cometido por fuerzas castrenses y policíacas o por integrantes del crimen organizado, el que genera más muertes en la población juvenil, jóvenes enfrentando jóvenes es el paradigma construido en los últimos 10 años en México.
Este paradigma se estructura en la vida cotidiana de los jóvenes desde el fenómeno de la violencia provocada por la delincuencia organizada pero también en las condiciones excluyentes de la institucionalidad.
Lee el artículo completo en la Revista Resiliencia #3, página 108 a 116: