Escrito por Luis Ángel León Rodríguez.
Cierto día de un mes de octubre, me sentí mal, un mareo sofocó mi respiración, fui al doctor. Me hizo análisis clínicos y me dijo: ¡Felicidades! Estás embarazada, me quede pensativa, porque ya tenía a mis hijos Jovany y Martín, pero llegaba a ocupar mis entrañas un nuevo ser que le daría un cauce de responsabilidad a mi vida. También era la felicidad de que llegaba un bebé para que yo lo protegiera dentro de mi estómago y nada lo dañara. Fuiste creciendo en mi vientre, yo sentía el latido de tu corazoncito, tus movimientos como un frijolito que crecía día a día, viviste dentro de mí por nueve meses, hasta que un día llegó ese dolor que me anunciaba tu arribo a este mundo.
El 9 de agosto de 1986 naciste tú, hijo mío, a las 12:45 am. El dolor que sentí fue muy fuerte pero, inexplicable, fue hermoso escuchar tu llanto anunciando tu llegada, eras tan pequeñito, tan frágil, pero yo te protegí porque te esperaba con mucho amor.
Lee el testimonio completo en la Revista Resiliencia #1, página 69 a 77: