Escrito por Ricardo Ariza.
El cuerpo se romperá.
Astillará las sábanas un martes.
Olor a café supurarán las comisuras.
Náufragos se detendrán tus ojos en la página,
¿relumbrará el árbol de naranjas a pesar de las palomas?
¿Algo más que gusanos devorará mi carne sibarita?
La casa y sus frutos madurarán de noche
con el sol de abajo.
Habré amado intensamente el estallido,
explotando,
pozo sin reposo,
siempre quieto, siempre ardiendo,
siempre fondo sin pozo.
El día en que perderé mis ojos,
¿mañana, tarde, primavera?
Recordaré las catedrales y las ciudades visitadas.
Como si en ello se me fuera la vida.
Un día cuando deje de llamarle,y sólo sea el viento que dobla la calle,
semáforo para las nubes,
esencia Chanel No. 5 en algún cuello rosadito de diamantes
o, cuando sea absolutamente necesario,
igual que una tortilla con frijoles en Tijuana.
Mi nombre no lo dirá la lluvia,
no lo dirá el Kiosco, el puesto de periódicos,
no lo murmurarán las secretarias,
no dirán mi nombre las bocinas de ofertas,
los pasajeros buscarán un destino en los cristales,
un día con mar soplará en mis huesos húmeros,
y subiré, supongo, a ese autobús,
con la alegría de quien lleva su boleto.
Lee el poema en la Revista Resiliencia #2, página 50: